lunes, 10 de marzo de 2008

Todos para uno... uno para todos

El primer lunes de Abril de 1626, el lugar de Meung, donde nació el autor de la "Romanza de la rosa", parecía hallarse tan en revolución como si los hugonotes lo hubieran convertido en una segunda rochela.

Así empieza una de mis obras favoritas de la Literatura. Si no habéis sido capaces de identificarla (no todos somos hombres de espada, no os creáis en obligación de hacerlo) quizás debiera presentaros a su protagonista... o mejor dicho a uno de sus protagonistas...



Un joven... -hagamos su retrato de una sola plumada- : imaginaos a Don Quijote a los dieciocho años; Don Quijote sin coraza, sin casco y sin escudo; Don Quijote vestido con un capotillo de lana que había sido azul. Semblante enjuto y moreno; los pómulos salientes, señal de astucia; los músculos maxilares muy desarrollados, indicio infalible para reconocer a un gascón, aun sin birrete, y nuestro joven llevaba uno engalanado con una especie de pluma.
Porque nuestro joven tenía una montura, y ésta era tan notable que llamó la atención; era un rocín bearnés, de unos doce años, de pelo amarillo, sin crines en la cola, pero no sin esparavanes en las piernas, y que marchando con la cabeza más baja que las rodillas, hacía sin gran fatiga sus ocho leguas por día.
Y esta sensación había sido tanto más penosa para el joven Artagnan (así se llama el Don Quijote de aquel Rocinante), cuanto que no ignoraba el aspecto ridículo que le daba aquella montura, por buen jinete que fuese.

Artagnan... solo pensar en ese nombre ya nos traslada a un mundo de duelos, intrigas y, ante todo, la historia de una amistad. Pero poco valoraríamos la inteligencia de su autor, Alejandro Dumas, si nos quedáramos en la simple novela de espadachines. La crítica política y social, la conversión de personajes históricos en literarios (si os digo Cardenal Richelieu seguro que os viene primero a la mente el enemigo del rey francés que el político que realmente fue).
Si algo me llamó la atención de la obra fue la evolución de los personajes cuando leí
Veinte años después y El Bizconde de Bragelonne (que no es precisamente para bien). Aunque por romanticismo me quedo con la maravillosa Los Tres Mosqueteros porque conserva ese espíritu decidido e idealista de la juventud, del creer que todo es posible y que ningún peligro es grande si se lucha al lado de los amigos.

Mi personaje favorito siempre fue Athos y, aunque nunca me gustaron los borrachos, siempre vi en él la honestidad de su carácter solo enturbiada con la vulnerabilidad del hombre herido por amor. También me gustó la fortaleza de Milady aunque unida al desprecio de sus acciones me tenía siempre entre dos aguas, pasando de la simpatía al desprecio, de odiarla a querer tatuarme una flor de lis...

Y no puedo dejar de recordar al hablar de tan fabulosa obra de la película de Stephen Herek Los Tres Mosqueteros. Chris O´Donnell que aun siendo rubio fue un encantador Artagnan, Rebecca de Mornay que hace de mala como nadie y el más acertado para mi Tim Curri como el Cardenal Richeliau. Sin olvidarnos de la fabulosa canción que Bryan Adams, Sting y Rod Syweart se marcaron en la banda sonora.



Y es que no habrá lema que mejor explique la amistad que éste: Todos para uno y uno para todos!!!

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